HAY UN NIÑO EXTINTO EN MI DEMORA.



Veo sus piernas que confunden al tedio y saben como servir de antídoto al preciosismo afilado.



Se necesita más viento. Dos piezas de aire al día. Una hojita de Whitman y varias gotas de aluminio para saciar el remordimiento, la esperanza.



Se necesitan ramas. Ramas sobre la conciencia. Ramas y toda la multitud latiendo en el centro.



Hay un niño. Congregaciones infinitas de sombras alrededor de su tacto virgen.



Hay oquedad. Lo profundo. La convicción moral del que sale del amor oliendo a savia de higuera.